En un lúgubre cuarto de hospital,
en un rincón alejado de la vida;
donde enfermos tienen ya la fe perdida,
hay dos hombres, en estado terminal.
A uno de ellos, diariamente, se le oía
decir al otro, que el paisaje hermoso estaba;
y, desde su cama el jardín le describía,
pues, paralítico, el otro hombre se hallaba;
asomarse a la ventana no podía.
Pero la envidia, que el alma, asaz, vulnera,
se instaló en el corazón de aquel inválido;
y rogaba que el otro se muriera,
para, así, obtener la cama ajena;
y disfrutar del jardín cuanto quisiera.
su compañero de cuarto falleció
y en su cama, logró que lo instalaran;
mas, con pena y angustia constató,
que, aquel muerto, su consuelo le brindaba;
que alegrarle su existir nomás buscaba,
que el paisaje descrito lo inventaba;
pues, de allí, sólo un muro se miraba.
Cuántos hay que ansían de los demás,
lo poco o lo mucho que poseen;
la felicidad nunca estará,
en vivir sólo acumulando bienes.
Cuántos hay que ansían de los demás,
lo que, dentro de sus almas, quizás tienen;
la envidia es como un ave rapaz,
que, en nuestro corazón, Dios nos sostiene.
Cuántos hay que no saben que la envidia,
como el rencor, el alma la envenena;
que el espíritu corroe y lo mancilla,
que se incrusta en la sangre de las venas.
CORO
Jesús Núñez León.
Jesús Núñez León.
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