(Poema ganador del concurso de poesía
Alí Primera, Carúpano, 1993)
A Pedrito, de humilde condición,
cada año su madre le decía:
“cumpleaños no habrá en esta ocasión”;
y el niño, con tristeza, comprendía.
Sin un padre, que cumpliera su deber;
había hecho del hogar, su obligación;
y una abuela, postrada en un sillón.
Y él, con el sostén contribuía,
como quien cumple un rito muy sagrado;
y, a su madre le entregaba cada día,
el fruto de su signo desgraciado.
que, triste, alimentaba año tras año;
que alguna vez le cantaran, con amor,
la conocida canción de cumpleaños.
Cada vez que escuchaba esa canción,
porque el eco, a sus oídos la traía;
el inocente, lloraba de emoción;
Y sucedió, que una noche de febrero,
el destino lo puso frente a frente,
con la obra, sin par, de un pastelero;
exhibiéndose a los ojos de la gente.
De fino chocolate unas rositas,
un zigzag de azúcar coloreado,
un rojo corazón y unas velitas
formaban el sabroso decorado.
De fino chocolate unas rositas,
un zigzag de azúcar coloreado,
un rojo corazón y unas velitas
formaban el sabroso decorado.
Y Pedrito, no pudo contenerse,
y la torta, tomó inocentemente;
al fin, celebraría un cumpleaños.
Pero un grito, de pronto se escuchó;
“es un ladrón”, se oyó que alguien gritaba;
y un disparo, en la noche resonó;
proveniente del guardián que custodiaba.
en su cuerpo, delgado y desnutrido;
y a la torta con angustia se abrazó,
aferrado a sus deseos no cumplidos.
El guardián, implacable, se acercó
con el arma en absurda exhibición
y la torta de sus brazos arrancó;
y, con ella, su última ilusión.
-¡No lo maltrate más!, gritó un señor,
poniendo un maletín sobre la acera.
-Con permiso, vigilante, soy doctor;
y mi deber es tratar de que él no muera.
El doctor de un vistazo comprendió,
que aquel niño no tenía salvación;
la herida de su espalda examinó
Pero el niño le dice desde el suelo,
con la voz de un moribundo de diez años:
-¿Será cierto, doctor, que allá en el cielo,
me van a celebrar mi cumpleaños?
Y aquel médico, curtido por la vida,
con el alma de emoción estremecida;
Y, tomando entre sus brazos a aquel niño,
le cantó su cumpleaños, con cariño;
y, Pedrito, sonriendo se murió.
(La canción de cumpleaños como fondo musical)
HABLADO:
Me duele muy hondo, que los corazones
de tantos hermanos, cerrados están;
no sigamos ciegos, no sigamos sordos,
al clamor y al llanto de miles de niños;
que, así como éste, a la muerte van.
¿A cuántos Pedritos tendrán que matar?;
no es sólo una historia, es la realidad;
¡tomemos conciencia!, ¿cuántos morirán
por falta de abrigo, de amor, de cariño,
de una mano amiga, de techo, de pan?
Jesús Núñez León
No hay comentarios:
Publicar un comentario