tras dos años de batallas ardorosas;
inclinábanse a su paso los beduinos,
exaltando su estirpe victoriosa.
A vanguardia de sus hombres, con fiereza,
galopaba con espíritu indomable;
orgulloso, reluciendo en su cabeza,
aquel yelmo que lo hiciera invulnerable.
Ni el más fuerte combatiente, en buena lid,
atrevíase a enfrentar rival tan fiero;
Alá quiso un servidor, igual al Cid;
Mas, se incuba la traición al musulmán
y un sujeto, cobarde y mercenario;
bien pagado, se dispone con afán,
a acabar con aquel mito legendario.
Y el bribón, abjuró del cristianismo;
y una espada le obsequió, forjada en oro;
y convirtióse, sin pudor, al mahometismo,
obteniendo la confianza del rey moro.
Y la ocasión de hallar desprevenido,
al monarca, le llegó una fría noche;
sus guerreros, festejando habían bebido
sus alforjas de licor, en gran derroche.
Y, furtivo cual ladrón, entró en la tienda,
con el miedo calándolo, aterido;
y, enseguida, salió como alma en pena,
huyendo del lugar despavorido.
Que el rey dormido estaba, era evidente;
pero aquel facineroso no sabía,
que para el sueño lograr profundamente,
con los ojos bien abiertos se dormía.
Y tan terrible fue el miedo que sintió,
creyendo al rey despierto, el criminal;
que cuando, el rey, en ese instante estornudó,
acabó con la cordura del chacal.
Por el desierto, ahora vaga el muladí,
perdida la razón completamente;
y Mambrino nunca supo que su fin,
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