El imperio, en su locura
de adueñarse del planeta,
con miles de proxenetas,
de insondables caraduras,
ha creado la figura
de la desinformación;
es de manipulación,
la conducta que se exhibe;
es la guerra que se vive
de cuarta generación.
La demencial sinrazón,
destruye los sentimientos
y asesina los cimientos
de la comunicación;
consorcios sin corazón,
cadenas y monopolios
forman parte del expolio
que se hace de la verdad,
de la falsa libertad
propugnada por emporios.
Lo primero que perece
en la guerra es la verdad
y falsean la realidad
hasta a los niños, a veces;
a la mentira, con creces,
se le da publicidad;
y, con saña y crueldad,
se da el imperial engaño,
sin reparar en el daño
que se hace a la humanidad.
Gigantescas sociedades,
su negocio las mentiras;
las pintan y las maquillan
y pasan como verdades;
ocultan las realidades
y enmascaran la verdad
con visos de falsedad,
para crear la sospecha;
y a las mentiras ya hechas,
les dan credibilidad.
Los farsantes nos abruman
con su guerra sin piedad
y de baja intensidad;
los palangristas se suman,
traficantes de la pluma,
escritores del montón,
periodistas de ocasión
que la verdad secuestraron;
es la guerra que inventaron,
de cuarta generación.
Existen laboratorios,
con expertos en mentir;
para la farsa inducir,
crean muertos y velorios;
o se inventan un jolgorio,
sólo buscan confusión,
no es aquella guerra fría;
es la guerra de hoy en día,
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