A JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ
Te han canonizado, al fin, José Gregorio,
¡Siempre fuiste nuestro santo de los pobres!;
despojado del boato y del jolgorio,
los rincones de la patria ahora recorres.
Esplendorosa el aura de la estela,
que en tu oficio de beato ahora enarbolas;
¡intercede por tu patria, Venezuela!,
¡Muestra al mundo que jamás ha estado sola!
Isnotú, cuna de tu nacimiento
y de tu infancia feliz, demuestra al mundo
cómo un rural y escondido campamento,
puede ser también prolífero y fecundo.
Isnotú, cuna de tu nacimiento
y de tu infancia feliz, demuestra al mundo
cómo un rural y escondido campamento,
puede ser también prolífero y fecundo.
Fuiste un niño preguntón, allá en tu escuela
huerfanito, sin la guía de tu madre;
al nacer estaba escrito que cumplieras
los sagrados designios del Dios Padre.
Descollaste en todas las temáticas,
el Villegas, tu colegio, se ufanaba
y a pesar de ser brillante en matemáticas,
¡Tu devoción a Jesús lo que primaba!
Te derrumbaste sobre el piso de linóleo,
cuando tu cuerpo el tifus contrajera;
el cura hasta te untó los santos óleos,
pero el Señor no quiso que partieras.
En aquellos momentos de cuidados,
tus colegas, amorosos, se turnaban;
y para siempre quedarías impregnado
de la piedad que de sus almas emanaba.
Los estudios a Francia te llevaron,
del saber descorriste todo el velo;
honores y medallas te otorgaron
¡Y en La Cartuja también fuiste Fray Marcelo!
De tendencia y alma revolucionarias,
te entregaste a la eucaristía y al saber,
eminente en tu vida universitaria
¡y de la virgen, su hijo fiel llegaste a ser!
De hoy en adelante, santo nuestro,
se disiparán las tinieblas del camino:
será todo el país devoto vuestro
¡Y pondremos en tus manos su destino!